Beata Sor Dorinda Sotelo Rodríguez HdlC. - 6 de Noviembre
Beata Vicentina
Nacimiento: Lodoselo (Or) 15/02/1915
Padres: Manuel y Rosa
Bautismo: Lodoselo, Parr. Sta. María 18/02/1915
Noviciado: Madrid 20/05/1933
Martirio: Barcelona 24/10/1936
FORMACIÓN Y APOSTOLADO:
Dorinda fue la mayor de cuatro hermanos. El padre era labrador de nivel modesto, pero de honradez conocida por todos
El deseo de consagrarse a Dios fue una constante en su vida. Desde muy niña vio a unas Hermanitas en la iglesia de su pueblo y le dio un salto el corazón con deseos de ser religiosa, no quitándosele la idea jamás.
El párroco D. Daniel Movilla, conociendo su vocación la encaminó al colegio de las Hijas de la Caridad en Orense y allí recibió una enseñanza personalizada e intensa hasta 1933 en que ingresó en el seminario de las Hijas de la Caridad.
El rasgo más destacado de su personalidad es el candor, su aspecto angelical, su inocencia, cualidades que no están reñidas con la responsabilidad, la madurez y el amor al trabajo que demostró, porque no es niñería, sino presencia de Dios y fruto de un esfuerzo mantenido desde su infancia por conservar la gracia.
Antes de iniciar el postulantado estuvo unos días con su padre y hermanos en Lodoselo. Su padre, asustado del trato que el gobierno republicano venía dando a la religión, hizo todo lo posible para que desistiera de su propósito y se quedara en casa. Ella se mostró firme en su vocación, consciente del peligro. Le habló el padre del riesgo que había de que en cualquier guerra o revuelta los revolucionarios la matasen y contestó: ‘yo quiero ser religiosa aunque me maten’.
Ante esta actitud resuelta de la joven, su padre, Manuel Sotelo Garrido, autorizó su ingreso en el noviciado. Su único destino fue el sanatorio antituberculoso del Espíritu Santo de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) donde realizó su servicio a los enfermos tuberculosos durante dos años, entre 1934 y 1936.
MARTIRIO:
Sufrió el martirio en idénticas condiciones que su compañera Sor Toribia Marticorena. Al empezar la guerra ella se asustó tanto al despertar al ruido de las sirenas, que el espanto le duró hasta la muerte, pues enseguida empezaron las quemas de las iglesias y conventos, junto con los bombardeos y muertes que producían, podía haber regresado a su casa familiar, pues era novicia.
La Visitadora o superiora Provincial y la superiora local la invitaron a volverse con su familia, ya que todavía no había emitido los votos, pero se mantuvo firme en sus propósitos. La mataron por su condición de Hija de la Caridad el 24 de octubre de 1936 junto a Sor Toribia Marticorena, según se narra en su biografía.
Podemos leer más de Sor Dorinda en «Luminarias del Tibidabo», un texto escrito por una Hermana sobre sus compañeras Mártires.