Un grupo de milicianos fue a buscarlas a la pensión en la que se encontraban.
Sus nombres estaban en la lista negra de los denunciados. Fueron apresadas y detenidas por celadores de los hospitales donde habían prestado su servicio caritativo, seguidamente llevadas a una checa o lugar de suplicio, atormentadas vilmente por confesar su fe y ser fieles a su vocación, y finalmente martirizadas en el parque de las Vistillas de Madrid el 17 de noviembre de 1936. Allí fueron encontrados sus cadáveres.