¿Quiénes Somos?
La Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, fue fundada por Vicente de Paúl y Luisa de Marillac, en Paris – Francia en 1633
Espiritualidad
Espiritualidad Vicentina, el motor para dedicarse al servicio integral de los más pobres.
Comunidad
Servir a Cristo en los pobres, con un amor afectivo y efectivo. Valorando nuestros principios vicentinos.
Caridad
Servir a los más necesitados, visitarlos en sus casas, vivir en medio de las personas a las que servimos.
Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, son mujeres entregadas a Dios para el servicio de los pobres, se entregan por entero y en comunidad al servicio de Cristo en los pobres, sus hermanos con un espíritu evangélico de humildad, sencillez y caridad. Un mismo amor anima y dirige su contemplación y servicio. En una mirada de fe, ven a Cristo en los pobres y a los pobres en Cristo y le sirven en sus miembros dolientes “con dulzura, compasión, cordialidad, respeto y devoción”. (C.18c)
Es la primera comunidad de vida activa, actualmente se encuentra presente en los cinco continentes. Del Hijo de Dios aprenden que no hay miseria alguna que puedan considerar como extraña a ellas, por tanto dan prioridad a los “verdaderamente pobres”, San Vicente urgía a sus hijas a “buscar a los más pobres y más abandonados. Por su parte Santa Luisa decía: “¡qué dicha si la Compañía, sin ofensa de Dios, no tuviera que ocuparse más que de los pobres desprovistos de todo!” (C.11b)
Años en Ecuador
ESPIRITUALIDAD
“Las Hermanas son conscientes de la importancia vital de la Eucaristía, centro de su vida y misión, encuentro esencial, cada día, con Cristo y con los hermanos”. Testimonian con su vida las palabras de Jesús: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (C.19b)
La fe es el motor fundamental, y lo realizan en el encuentro de amor con el Señor que ama y perdona. La vida espiritual de las Hijas de la Caridad es TRINITARIA, CRISTOCÉNTRICA Y MARIOLÓGICA, manifestada en la oración vocal y contemplativa: escucha del Señor, alabanza, acción de gracias, búsqueda de su voluntad, presentación de la vida y de las necesidades de los pobres, la vivencia de la Eucaristía, los sacramentos, la ascesis siguiendo las orientaciones de la Iglesia. Las Hijas de la Caridad reconocen a MARÍA¸ como Maestra de vida espiritual, la miran «para hacer, como Ella, de la propia vida un culto a Dios, y de su culto un compromiso de vida”. (C.15)
Su vida espiritual, es el motor para dedicarse al servicio integral de los más pobres, para ir más allá, para trabajar incansablemente por la instauración del Reino aquí y ahora en medio de los despreciados, desposeídos, abandonados, que gritan recuperar su ser de Hijos de Dios, Hermanos de Jesucristo, y Amos de los Vicentinos.
Misión
«Servir a los más pobres con amor afectivo y efectivo»
San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, con su vida, enseñaron a las Hijas de la Caridad, que el único camino que se debe seguir es el de Jesús, así proclamaran el Evangelio sirviendo a los pobres. En la misión Cristo es su regla, que lo descubren: adorador del Padre, servidor de su designio de amor, evangelizador de los pobres. |
ORIGEN DE LA COMPAÑÍA
”¿Quién hubiera pensado que iba a haber Hijas de la Caridad?... Yo no pensaba en ello… Dios lo pensaba por vosotras” (San Vicente)
Atento a caminar al paso de la Providencia y dócil a la acción del Espíritu, Vicente de Paúl descubre la miseria material y espiritual de su tiempo, y consagra su vida al servicio y a la evangelización de los pobres, a quienes llama “nuestros Señores y Maestros” con este fin funda las Cofradías de la Caridad (1617) y la Congregación de la Misión (1625). Providencialmente, se encuentra con Luisa de Marillac que colabora estrechamente en sus acciones de Caridad.
Se presenta Margarita Nasseau, para mostrar el camino a las demás, empleándose en las tareas más humildes, se hace la sierva de los más abandonados. Su ejemplo es comunicativo… y así nace imperceptiblemente, como ocurre con las cosas divinas, en 1633, nace la Compañía de las Hijas de la Caridad.
A las hermanas primero se las ve dedicadas a cuidar a los pobres enfermos en sus propios domicilios, por ciudades y aldeas; luego, a medida que van surgiendo las necesidades, pasan a cuidarlos en los hospitales, se hacen cargo de las niñas en las escuelas, los niños abandonados, los galeotes, soldados heridos, refugiados, ancianos, enfermos mentales y otros….
En 1652, convencidos de que la Caridad de Cristo, que ha de apremiar a la Compañía, no conoce fronteras, los Fundadores envían hasta Polonia un primer grupo de Hermanas. El 18 de enero de 1655, la Compañía es aprobada por el Cardenal de Retz, arzobispo de París, y el 8 de junio de 1668 recibe la aprobación pontificia del Papa Clemente IX.
San Vicente, refiriéndose a la Compañía decía: “Ya veis cuál ha sido el comienzo de vuestra Compañía. Y así, como no era entonces lo que es ahora, es de creer que no es todavía lo que será cuando Dios la haga llegar al estado en que la quiere”. (C. pág. 19)
Y desde entonces, existen las Hijas de la Caridad – “… nombre que Dios mismo os dio. Fijaos que fue el pueblo el que, viendo lo que hacíais y el servicio prestado a los pobres por nuestras primeras hermanas, os dio tal nombre, que ha quedado como propio de vuestras tareas”. Para servir a Cristo en los pobres, con un amor afectivo y efectivo, miles de miles de mujeres valientes, con una fe firme, corazón generoso, mirada esperanzadora, compartiendo el Evangelio de Cristo al estilo de Vicente y Luisa, de palabra y de obra, recordando siempre que del cuerpo deben ir al espíritu en conformidad con el nombre que llevan (San Vicente).