LA PASCUA PLENA DE
SOR ESTHELA PROAÑO

En este momento de acción de gracias el primer gesto es agradecer primeramente a Dios, por la vida de Sor Estela, por su vocación, por todos los dones con que fue engalanada, de los cuales deseo resaltar su profunda fe, su rectitud de intención, su firmeza  y diligencia  en el buen obrar. Su amor por la Iglesia, la Compañía, por las vocaciones, por los pobres, su reverencia a los Superiores.  Su confianza en las posibilidades de sus compañeras. Su alegría, su sencillez, su caritativo servicio, su humildad, Su buen sentido del humor, nos animaba con sus chistes y ocurrencias.  Gracias por haberla traído a Venezuela en el momento preciso y con la misión delicada que ella supo desempeñar muy bien siendo instrumento de construcción y comunión. .  Gracias por su dedicación a las vocaciones, con Ella se inició el Seminario, y se fueron estructurando las etapas de formación para organizar la Provincia. Ella nos recibió en la Provincia y de su mano aprendimos a caminar, a conocer a la Compañía. Gracias por su querida Familia a quien recordamos con cariño, pues compartieron con nosotras, su Mamá la Sra. Blanquita, su Hermana Sor Blanca. Gracias por la generosidad de la Provincia al compartir con nosotras. 

Gracias querida Sor Ana María de todo corazón en nombre de todas las Hermanas y especialmente de nosotras en Venezuela por darnos esta oportunidad de participar activamente en este momento tan entrañable, rindiendo honor a nuestra querida Sor Estela, «Honor a quien Honor merece». Gracias, por hacernos sentir parte de la familia, pues con Sor Estela y  nuestras Hermanas de Ecuador nos hemos sentido siempre  parte de la familia
 (Sor Yolanda Zambrano HdlC.)

Ahora, que ya ha respondido a la última llamada de Dios, a compartir su Reino, que ha podido escuchar el "Ven, bendito de mi Padre" Bendigamos al Señor por su vida ejemplar y roguemos para que siga siendo semilla de vocaciones para la Compañía en Ecuador y Venezuela. Dios sea bendito. (Sor Yolanda Zambrano - HdlC. Ex Visitadora de la Prov. de Venezuela)

Este hermoso tesoro que es Sor Estela. Ella es piedra fundamental e importante en la construcción de la Compañía en Venezuela.

Con el permiso de todos y todas, sentimos un deber moral, compartir con ustedes esta nota. Y con esta, unirme a todos las Hijas de la Caridad de nuestra Provincia, que en estos últimos tiempos, han partido a la Casa del Padre, de seguro, gozan de la presencia del SEÑOR y de NUESTRA MADRE DE LA MEDALLA MILGAROSA.
Comparto con ustedes la intervención de Sor Alba Chorlango, Ecónoma Provincial, a nombre de las Hermanas que fueron formadas por Sor Estela en el tiempo del postulantado:
Hablar de Sor Estela es difícil y a la vez tan sencillo; soy sor Alba una de las 7 formandas del último grupo de formación de postulantes de Sor Esthela. MARITZA, ANDREA, RUTH, ALEX, MARICELA, BLANCA; muchas de ellas ya no están, pero nos hemos reunido para recordar a Sor Esthela; y decía el último grupo uno de los más queridos pues, así lo sentimos porque todos los grupos que fuimos formados por ella, nos sentíamos amadas como si fuéramos las más privilegiadas y preferidas. “Mi niña” como nos trataba, resuena en nuestros corazones.
Varias generaciones pasamos por su vida o podría decir mejor que la vida de sor Esthela pasó por la nuestra, una vida que no hablaba sino, que testimoniaba con ejemplo de humanidad; humanidad transformada en rectitud, valor, generosidad, sentido de pertenencia, oración profunda, amor al pobre, creatividad, amor a la Compañía, justa y sencilla, una de esas vidas que dejan huella.
Y en medio de esta tristeza gozosa las que fuimos formadas por sor Estela entenderán muchas de estas acciones que hacían nuestro diario vivir sencillas pero inolvidables…
Cómo olvidar la convicción de su vida de oración, para inculcarnos el madrugar para ir pronto a la capilla, no sin antes haber repasado el canto de la liturgia la noche anterior con el casset y la grabadora, realzando las buenas voces y acallando las menos melodiosas, repitiendo una y otra vez hasta que sea una verdadera alabanza; cómo olvidar los cambios de puestos en el comedor cada semana para poner en práctica la disponibilidad y el privilegio de sentarse junto a ella y vivir la mortificación en servirnos los alimentos siempre pensando en los demás.
A su edad era la primera en ponerse su delantal y tomar la escoba para animarnos a empezar el oficio de barrer los corredores de San Carlos, con la frase “bien hecho y pronto…” pues como lo dice San Vicente “hasta lo más insignificante tiene valor”.
Salir al Intercongregacional, una aventura pero con la seguridad de su presencia todos los días, exigiendo y revisando hasta el último detalle, de nuestro vestido, modales de caminar, cómo comportarse en la calle, y no se diga en las clases, teníamos que ser el mejor grupo, pues éramos las futuras Hijas de la Caridad. Repasábamos cientos de veces hasta que la dinámica de animación tenga ritmo, o la liturgia de turno sea fervorosa, que la lectura sea bien proclamada y hasta que nuestro refrigerio sea nutrido, nada era ajeno para ella, nos defendía y nos animaba levantando nuestra estima cuando algo salía mal, pero enseguida decía… “no les digo esto para que se enaltezcan sino para que sean más humildes”
El oficio más esperado, bajar los delantales y el bolso de cuchillos para pelar las papas para el bar de la escuela y los días de cocina su secreto culinario el atado de hierbitas y el famoso magui no podían faltar, era la primera en llegar a realizar esta tarea tan sencilla, pues con ella no había “el hagan sino el hagamos… ” donde aprovechaba para orar el rosario e irnos formando que todo tiene sentido en la vida.
Y los recreos de las noches, no había momento más agradable que llegar a la sala de comunidad con los tejidos que con tanto afán nos enseñaba, no tenía pena de desenredar si algo estaba mal en el bordado, tenían que estar bien porque eran para los Pobres, nunca faltó los dulces, las galletas y las famosas tómbolas donde ella se desprendía de todo lo que no tiene sentido para la vida de una hija de la Caridad, los mejores recreos era reírnos de nuestros propios errores.
Y cómo olvidar cuando al corregir levantaba su mano y su dedo índice señalaba no el error sino la oportunidad de aprender y asumir, su sola presencia infundía respeto y a la vez ternura, consuelo y a la vez fortaleza, humildad y a la vez con tenacidad, pues recuerdo cuando venían momentos duros nos decía “hasta para sufrir hay que hacerlo con elegancia mi niña…”
Mi corazón tiene un sentimiento de gratitud, pues llega el día en que vas entendiendo todo lo que una vez viviste y entiendes los límites, los retos, los enojos, las preocupaciones y los miedos y agradeces que estuvo allí, acompañando, cuidando y vigilando, agradeces sus sacrificios y su tiempo, llega un día en que ya no está, pero su recuerdo permanecerá, porque como lo dijo un día “una vida se entrega por amor, mi niña”.  Gracias sor Estela….